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Aquí hay algo que no encaja

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Toxosoutos duerme acurrucado bajo un manto verde

Hoy hemos abandonado la costa para introducirnos unos pocos kilómetros en el interior. Del agua no nos hemos separado. Eso en esta ría es imposible. Dejamos el mar, pero nos hemos ido junto al río San Xusto. Estamos en tierras de Lousame, y esta es una de sus joyas escondidas.

Resolver una duda es lo que nos ha acercado hasta aquí. Hay algo que no encaja y queremos desentramarlo.

Veamos: siempre se nos ha dicho que el misticismo precisaba de un escenario adecuado. Para alcanzar esa unión con la divinidad era necesaria una paz contemplativa. Nada mejor que las llanuras castellanas para tal fin.

Esos horizontes lejanos y rectilíneos ofrecían el perfecto decorado para volverse asceta. Para pensar en cosas que nos superan. Para dar un salto de lo humano a lo divino. Para imaginar y olvidar los quehaceres cotidianos. Fray Luis de LeónSan Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús son los preclaros ejemplos de este mensaje.

Unamuno, vasco él, pero salmantino de adopción, buscaba una explicación a ese misticismo del alma castellana, generalmente entendida como hosca y seca. Y él también lo encontraba en el paisaje: “No hay aquí comunión con la naturaleza, ni nos absorbe esta en sus espléndidas exuberancias; es, más que panteístico, un paisaje monoteístico este campo infinito en que, sin perderse, se achica el hombre, y en que se siente, en medio de la sequía de los campos, sequedades del alma” (El alma de Castilla).

Galicia es muy diferente, casi opuesta. La variada belleza de nuestro entorno nos lleva a un constante sube y baja que impide la divagación. De este planteamiento podría surgir un complejo de inferioridad: castellanos conectados con el más allá y gallego aferrados al terruño, sería el resumen.

Quizá para luchar contra ello hemos construido monasterios tremendos, como el de Oseira, el de Celanova, el de Sobrado dos Monxes, el de Monfero, el de San Martín Pinario, el de Samos o el de Santo Estevo de Ribas de Sil. Nos sobran los ejemplos.

Pero no es el caso de nuestro protagonista de hoy, un pequeño monasterio casi oculto a nuestra vista. Cierto es que su poder se extendió por un amplio territorio, pero víctima de muchos movimientos tácticos, de su lejano esplendor solo nos ha quedado una pequeña muestra de buen gusto.

¡Pero muy buen gusto! El Monasterio de Toxosoutos se encuentra comprimido entre recodos del río San Xusto. Entre cascadas y puentes. Entre helechos y musgos. En un escenario donde todas las tonalidades posibles del color verde solo se ven interrumpidas por el tono dorado que en ocasiones, y solo en ocasiones, luce la fachada de la sobria iglesia barroca.

A su lado otros pequeños edificios ayudan a conformar un recinto muy peculiar. Un lugar para refrescarse en verano o para que el resto del año, bien abrigados, desafiemos la humedad reinante y contemplemos esta explosión de naturaleza entre aguas cristalinas.

Y una vez que ya nos hemos puesto a contemplar, podremos concluir que al misticismo también se puede llegar a través de una belleza cercana, la de una obra de arte hecha por ríos y plantas y que no tiene nada que envidiar a un amanecer en la meseta. Y nada en qué parecerse…

Ven a descubrir el monasterio de San Xusto de Toxosoutos en Lousame, Ría de Muros Noia. Lo hallarás junto a la AC-543 (antigua carretera NoiaSantiago). Si circulas por el corredor rápido, CG 1.5, toma la salida 27 hacia Lousame, está a muy pocos kilómetros y encontrarás señalización suficiente para llegar.